¿Qué debemos hacer para impulsar un diseño de experiencias responsable? ¿Es posible que como sociedad estemos enfrentando una crisis inducida por nuestra pobre educación sobre las emociones? ¿Existen actores que se aprovechan de ello para influenciar nuestras decisiones?
Tabla de Contenidos
Primer acto: La crisis del libre albedrío.
Para Yuval Noah Harari, historiador israelí a quien sigo, la historia del siglo XX podría resumirse por los enfrentamientos entre tres tipos de humanismos secular. El liberal, el socialista y el evolucionista.
No sin una ardua lucha, el humanismo liberal se habría impuesto con su especial forma de valorar a los individuos y sus derechos.
De hecho hay dos premisas básicas que sustentan el humanismo liberal. La primera es que los seres humanos somos seres individuales con libre albedrío. La segunda es que todos los seres humanos son moralmente iguales entre sí.
En la política esto significó el triunfo de la democracia, donde cada individuo tiene el voto como instrumento de participación para elegir su gobierno.
Para la economía el libre mercado fue el ganador, configurado en una compleja trama mundial de oferta y demanda.
Por último en el amor, ganó el paradigma romántico de que todos podemos escoger en libertad nuestra pareja.
Sin embargo, de acuerdo a Yuval, el curso del humanismo liberal se puede estar viendo cada vez más amenazado. Ha emergido una nueva y fuerte corriente, impulsada por el creciente conocimiento científico.
¿Por qué? Aunque parezca desafiante, Yuval afirma que la idea del libre albedrío puede estar en jaque. De acuerdo con sus argumentos los últimos avances en neurociencia apuntan a que no existe un «Yo» a cargo de las decisiones. Sólo una secuencia continua de disparos neuronales, sin control de antecedentes.
Mientras desde lo externo aparentamos elegir, en lo interno, nuestras decisiones son en realidad el producto simple de un proceso que oscila entre la aleatoriedad y la determinación.
¿Ya te puedes imaginar a dónde va esto?…
La idea es por lo menos provocadora. Va directo a las bases del humanismo liberal. Todo el modelo de responsabilidad individual se basa en la idea de que cada individuo toma sus propias decisiones. Y por lo tanto debe responder por ellas. Pero si no hemos decidido libremente: ¿Cómo podemos ser capaces de elegir un gobierno? ¿Cómo podemos castigar o premiar?
Sumemos un factor adicional a la ecuación: ¿Qué tal si contamos con mecanismos para influir sobre esa secuencia de disparos neuronales? Sería entonces posible para alguien tomar control del modelo de responsabilidad individual y sus instituciones.
Una vez más la ciencia tiene la respuesta, y parece más el producto de una fantasía distópica…
Segundo acto: El enorme poder de las emociones.
Hace algunos años desde el Tíbet llegó un extraño encargo para la ciencia.
Era del propio Dalai Lama, quien de forma incansable predica sobre la paz interior. Pedía reunir un equipo de científicos para una misión: ayudar a la humanidad a tener una mayor conciencia de sí mismos.
El pedido no podía tener un mejor nombre: quería construir un Atlas de las Emociones. El canal tampoco podía ser mejor elegido para nuestros tiempos: debía ser un sitio web. También solicitó de forma explícita que todo el esfuerzo se mantuviera dentro de límites científicos y seculares, sin influencia de religión alguna.
De esta forma nació una joya con el potencial de ayudar a más de 6.000 millones de personas a reconocer sus emociones.
Para la construcción de este Atlas de las Emociones el Dalai Lama se acercó a Paul Ekman, un reconocido psicólogo pionero en el estudio de las emociones y su expresión facial. Es considerado uno de los cien psicólogos más destacados del siglo XX. Fue también uno de los asesores directos de Pixar cuando se creó » Inside Out «. La reconocida película animada ambientada dentro de la cabeza de una niña habla justamente del impacto de sus emociones.
«Tenemos, por naturaleza biológica, emociones destructivas y también emociones constructivas«, dice el Dalai Lama.
“A esto la gente debería prestar más atención, desde el jardín de infancia hasta el nivel universitario«. En lo personal lo considero una afirmación muy acertada. La conciencia de nuestras emociones y su impacto sigue siendo una de las grandes deudas de nuestros modelos educativos.
Ahora, ¿Por qué es importante la conciencia de nuestras emociones? Nuestras emociones son una pieza clave en el rompecabezas que define la forma en que tomamos nuestras decisiones.
Continentes emocionales
La mayoría de los investigadores de las emociones coinciden en que existen 5 Emociones Universales que todos los humanos compartimos. Sin importar donde o como nos criaron todos experimentamos Alegría, Disgusto, Tristeza, Enojo y Miedo.
Dentro de cada una estos «continentes emocionales» existe todo un abanico de sentimientos que podemos experimentar. Y con frecuencia nos cuesta diferenciar uno de los otros, salvo que cultivemos la conciencia de ello.
Por ejemplo, la alegría puede describir muchos de los buenos sentimientos que surgen de experiencias tanto novedosas como ya conocidas. Placer sensorial, regocijo, compasión. diversión, alivio, paz, orgullo, asombro, excitación e incluso el éxtasis.
Del mismo modo el enojo puede tener muchísimas formas, que generalmente surgen cuando algo nos impide seguir adelante. O quizás cuando pensamos que estamos recibiendo un trato injusto. Fastidio, frustración, exasperación, propensión a discutir, amargura, vengatividad y furia.
Lo que el conocimiento científico sabe hasta ahora es que respondemos a un estado emocional con ciertos tipos de acciones. De hecho, si bien nuestras respuestas a una misma emoción pueden diferir dependiendo de las circunstancias, existen ciertos tipos de respuestas propios de cada emoción.
Creo que lo mejor en este momento es ilustrarlo con un ejemplo, directamente extraído del mismo Atlas de las Emociones. El primer factor siempre es un desencadenante. Supongamos que un amigo se enoja contigo. Le sigue una emoción, sientes enojo. Como consecuencia accionas, por ejemplo, discutiendo.
Todo desencadenante ocurre en un contexto que pueden ser circunstancias actuales, sentimientos previos, un evento en particular, o simplemente nuestra visión del mundo. También puede ser producto de nuestra historia personal e incluso guiones universales que heredamos sobre cómo sentirnos ante eventos importantes.
El contexto del desencadenante de nuestro ejemplo puede ser variado como se refleja en la siguiente ilustración. Por ejemplo, no dormiste bien. Incluso la reacción de tu amigo puede haber despertado un viejo recuerdo de tu infancia sobre cómo te trataba un «buller» en tu escuela.
La experiencia emocional que se desencadena incluye sentimientos subjetivos y sensaciones físicas objetivas. Éstas terminan afectando nuestra percepción de la situación. Siguiendo con nuestro ejemplo ante el enojo tu cuerpo se vuelve tenso, conforme puedes llegar a sentirte atacado.
Finalmente como consecuencia de cada experiencia hay una respuesta. Siempre tenemos la opción de elegir cómo responder, aunque a veces sea difícil sentir que tenemos control sobre nuestras respuestas. Es algo que requiere consciencia y determinación.
Es evidente que algunas respuestas pueden ser más constructivas que otras. De hecho algunas respuestas pueden ser muy destructivas. Nuestro ejemplo ilustra aún mejor este particular.
Ante el enojo que sentimos con nuestro amigo podríamos iniciar una discusión, dañando la relación. También podríamos comenzar a evitarlo, quizás también con consecuencias nocivas para la relación. O bien podríamos tomar un descanso, esperar que el enojo se disipe y solo entonces determinar qué hacer.
Te pido que pongas especial atención en cómo el mismo desencadenante puede llevar a diferentes emociones y respuestas diferentes. Es esto lo que tiene un enorme componente de aleatoriedad. En la mayoría de los casos no tenemos control sobre el contexto.
El contexto simplemente detona una secuencia continua de disparos neuronales, sin control de antecedentes. Cuando una emoción se desencadenada estamos bajo el dominio de ese torrente de disparos neuronales. Eso limita nuestra capacidad de pensar con claridad y elegir cómo responder.
A medida que pasa el tiempo, obtenemos algo de claridad y la capacidad para tomar nuevamente una elección a conciencia. Solo con conciencia podemos detenernos y elegir la respuesta que mejor sirva nuestros propósitos.
La conciencia emocional es la clave para determinar nuestra respuesta.
Este es el punto en donde considero crítico ponderar el poder de estos descubrimientos. No comparto del todo con Yuval que seamos completos rehenes de nuestros torrentes de neuronas reaccionando en cadena sin control.
Creo que somos capaces de elegir, pero solo a conciencia. Es decir si le concedo algo de razón a Yuval. Pero sólo en los casos en los que la falta de conciencia de nuestras emociones nos deja presos de estas. Como humano que soy, es imposible que no reconozca el efecto dominante que las emociones generan sobre mí.
Y es aquí donde te pregunto… ¿Imaginas que alguien tenga el poder de manipular las emociones que sientes diseñando de antemano el contexto para provocar una respuesta determinada?
¿Qué tal si ese alguien partiera de perfiles psicológicos detallados que le permiten anticipar tus posibles respuestas ante determinados desencadenantes? ¿Qué tal si contara incluso con los canales adecuados para impulsar en el momento correcto esos estímulos desencadenantes?
Pués, no solo es posible… Ya lo hacemos al diseñar experiencias.
La evolución de las técnicas de arquetipos nos lleva directamente a la psicografía para entregarnos justamente el tipo de perfiles psicológicos que se necesitan.
Y hoy las redes sociales se han transformado en uno de los canales ideales para el impulso de los mensajes desencadenantes, en el momento y lugar indicados.
Tercer acto: ¿Operaciones psicológicas?
No es un término nuevo o propio de una película de espías. Los estudiosos de las artes bélicas saben bien que las Operaciones Psicológicas (OPSIC) han sido utilizadas en la mayoría de los conflictos bélicos.
Lo que sí es nuevo es que en esta última década las OPSIC tienen a su disposición nuevo métodos. Y la mayor maquinaria de propaganda de la historia de la humanidad al costo de unos centavos de dólar por click: las redes sociales.
Se define Operaciones Psicológicas como:
“Todo esfuerzo que se realiza para hacer uso y explotación planificada y sistemática de la mente de un grupo-objetivo determinado, a través de la comunicación de ideas orientadas a influir en las emociones, actitud, comportamiento y opiniones de los integrantes de dicho».
En los conflictos de la actualidad el empleo de las OPSIC amplifica considerablemente la efectividad de las capacidades militares. Por medio de la difusión de mensajes directos a través de diferentes medios, se pretende influir en la psicología de los objetivos deseados.
¿Por qué las redes sociales se transforman en un canal ideal para impulsar Operaciones Psicológicas? Lo más clave es que permiten disminuir el impacto que factores como el tiempo y el espacio tienen en la velocidad de difusión de la propaganda. A la vez aumentan la posibilidad de aportar opiniones o comentarios en forma masiva y simultánea. Y adicionalmente ofrecen una capacidad pasmosa de acercar un mensaje específico a una audiencia objetivo a un bajo precio.
Por un momento imagina que tienes datos del perfil psicográfico de millones de personas. Datos que te permiten clasificar a cada individuo de acuerdo a un segmento particular. Incluso puedes hacerlo de acuerdo con la presencia o ausencia de cinco rasgos de su personalidad. Por ejemplo su nivel de apertura, conciencia, extraversión, amabilidad y neuroticismo (conocido popularmente como el modelo de personalidad OCEAN).
Teniendo la data correcta es fácil poder tener una imagen mucho más completa de tu público objetivo y «matizar» mensajes desencadenantes en consecuencia. Adaptar el método de mensajería correcto al perfil psicográfico correcto puede marcar la diferencia para empujar a una persona lo suficiente como para cambiar su comportamiento en una dirección deseada.
Para ver cómo funciona esto en la práctica, tomemos un ejemplo, aplicado en la vida real, esta vez para fines políticos con el apoyo de la controvertida consultora política Cambridge Analytics.
Digamos que hay un votante potencial con una alta puntuación N (por neuroticismo) en su perfil psicográfico. Llamémoslo Jimmy. El historial de compras en línea de Jimmy sugiere que es propietario de un arma. Pero también sabemos que le han gustado varias publicaciones en su Facebook que respaldan ciertas regulaciones de control de armas. Básicamente Jimmy es proclive a las armas, pero de forma moderada.
¿Cómo puede la propaganda dirigida empujar a Jimmy a votar por un político con una postura mucho más abierta sobre las armas? Simple. Hay que asegurarnos de que Jimmy vea anuncios. Exponerlo a comerciales de televisión y propaganda en redes con mensajes que correlacionen con la puntuación OCEAN de su perfil psicográfico.
En este caso, habría que «explotar» su lado neurótico. Es decir, su tendencia natural a la inestabilidad e inseguridad emocional. Enviar mensajes que aprovechen sus tasas elevadas de ansiedad que lo llevan a vivir en un estado continuo de preocupación y tensión.
Como es de esperar, las personas como Jimmy, con temperamentos neuróticos, tienden a ser más susceptibles a emociones como la ansiedad y el estrés. Es más probable que experimenten ciertas situaciones, e incluso imágenes y videos, como amenazantes. Entonces es más probable que reacciones a los anuncios que jueguen con estas emociones. Anuncios con mensajes que inducen al miedo, resuenan en Jimmy a un nivel inconsciente, directamente sobre sus emociones.
Justamente para el público altamente neurótico, y con el objetivo de promover una posición política en pro de la armas, Cambridge Analytics diseñó anuncios que muestran la mano de un intruso rompiendo una ventana. El mensaje: «La Segunda Enmienda no es solo un derecho. Es una póliza de seguros».
Imagina la reacción de nuestro neurótico Jimmy… Esos anuncios le muestran cómo un acceso sin restricciones a la posesión de armas le proporciona una sensación de seguridad y tranquilidad… Una «póliza de seguro». La posesión de armas se transforma entonces en una solución a las ansiedades e inseguridades de Jimmy.
¿Imposible? El ejemplo es parte de una presentación que el propio Alexander Nix, CEO de Cambridge Analytics, hizo. El tema: el poder del Big Data y la Psicografía en las campañas electorales. Si te interesa profundizar te dejo al alcance el video completo.
La historia de Cambridge Analytics es ya tristemente famosa… Ya varios documentales reseñan este caso que se convirtió en un escándalo mundial. Sobre todo por la forma en la que consiguieron ponerle a millones de «Jimmys» anuncios perfilados en redes sociales.
Quizás el más difundido documental sobre el tema lo tiene Netflix y se llama «Nada es privado«.
Y entonces el mundo abrió los ojos al poder de la psicografía, de una forma distópica. Pero tristemente no hemos despertado…
-No lo entiendo. ¿Por qué están confesando?
-No están confesando. Están fanfarroneando.
Diálogo de la película La Gran Apuesta (2015)
En lo personal creo que esto es cada vez más peligroso.
Para nadie es un secreto la espiral de odio, violencia y división que nos azota globalmente. Y esta puede tener su origen en que abrimos la caja de pandora de las emociones. Pero no de la forma adecuada, mediante el reconocimiento y conciencia de las mismas.
La psicografía nos da el vehículo perfecto para impulsar cambios de comportamiento mediante la influencia de mensajes perfilados.
El uso mal intencionado del conocimiento psicográfico es peligroso. Combinado con nuestros conocimientos sobre cómo crear desencadenantes emocionales aplicados en poderosos canales de difusión como las redes sociales puede poner nuestra sociedad en riesgo.
Acto final: Un llamado para un diseño de experiencias responsable.
No exagero al afirmar que hoy tenemos un enorme poder en nuestras manos. Los efectos sociales de emplear estos conocimientos pueden verse ya bajo la forma de las emociones que podemos hacer sentir a millones de seres humanos.
Todavía son muchas las personas que no cuentan con una educación que les permita reconocer como tener conciencia de lo que sienten. Gente que aún es rehén de sus emociones. Y lamentablemente están rodeados, como nunca antes en la historia de la humanidad, de una fuente casi infinita de estímulos desencadenantes. Moldeando su contexto al servicio de intereses particulares.
Lamentablemente sobran evidencias de cómo las redes sociales se han vuelto hoy herramientas de propaganda. Y se elevan las críticas sobre como se han vuelto vehículos para diseminar el odio, la tristeza y la división, incentivando muchas veces el racismo, la intolerancia y la xenofobia.
Y en contraste al mismo tiempo son también el lugar donde residen las más hermosas iniciativas. Para unirnos con los que amamos y están lejos. Para generar conexión, ser fuentes de inspiración e impulso del conocimiento.
Creo que todos los que trabajamos en el diseño de experiencia debemos unir filas. Sin importar que estemos al servicio de clientes, pacientes, ciudadanos, donantes, usuarios. Somos hoy responsables de la experiencia humana. Para bien y para mal.
De cara al futuro de nuestras disciplinas considero fundamental priorizar líneas de trabajo concretas sobre frentes que garanticen un diseño de experiencias responsable.
¿Y qué significa un diseño de experiencias responsable?
Es sinónimo de no emplear nuestro conocimiento para alimentar operaciones psicológicas. Es poner al frente nuestro valor como seres humanos ante cualquier otro valor.
Significa contar con un código de buenas prácticas que garantice que seamos socialmente responsables y nuestro trabajo contribuya al desarrollo humano.
Es crear espacios para fomentar la educación emocional, el pensamiento crítico y la auto-conciencia emocional, como formas de protección ante las operaciones psicológicas.
Es momento de priorizar la verdad, la tolerancia, la empatía y el saber uniendo fuerzas para detener juntos lo que podría ser la antesala al nacimiento de la mayor maquinaria de propaganda de nuest historia.
Espectacular
¡Muchísimas gracias Andrea!